Año nuevo en la jefatura

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Ahí, en la cercanía de nuestros labios, me declaró su amor eterno sin decirme nada. Ahí, en la proximidad de nuestros luceros, dialogabamos de nuestros sueños compartidos. Ahí, en la complicidad de las carcajadas privadas, hacíamos que se nos olvidara el mundo entero. Ahí, a la par de los reflejos y sombras del fido, sabíamos burlar el paso del tiempo. Ahí, a manera de poesía, palpábamos con nuestras yemas nuestros cuerpos. Ahí, a la merced de nuestro sudor, concebimos a nuestros hijos. Ahí, a conciencia de nuestros lunares, nos perdíamos entre nuestra lujuria y caprichos sexuales. Ahí, con expresiones de aliento y despreciando la censura, nuestras cicatrices antiguas desaparecían.

Ese día -qué extraña fecha-, sin saber que iba a horrorizarme, entré a buscarla con el desayuno ya preparado, vi el rojo brillante que borboteaba de sus muñecas y las cuchillas de las navajas. Ahí. Sí. Ahí. Ahora tu abandonas la vida y yo en esta vida no tengo nada. Me imagino que el diablo ve hasta en eso belleza.

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